¿Sabes quién escribió “Caperucita Roja”?
“Caperucita Roja” es una historia popular, fruto de la
inventiva de no sé sabe quién y transmitida durante siglos de padres a hijos en
la vieja Europa. Lo que sí conocemos es que el primero en tomarla prestada para
publicarla en un libro de cuentos fue el escritor francés Charles Perrault, en
el año 1697.
Los hermanos Grimm, en 1912 retomaron el cuento de su
primera versión, y escribieron una nueva versión, más sombría y oscura.
CAPERUCITA ROJA por Los hermanos Grimm
Había una vez una adorable niña que era querida por todo
aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que
no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito
de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa,
así que la empezaron a llamar Caperucita Roja. Un día su madre le dijo:
"Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino,
llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le
ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día, y en el camino,
camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y
se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su
dormitorio no olvides decirle, "Buenos días," ah, y no andes
curioseando por todo el aposento."
"No te preocupes, haré bien todo," dijo Caperucita
Roja, y tomó las cosas y se despidió cariñosamente. La abuelita vivía en el
bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja
en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo.
Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo
ningún temor hacia él. "Buenos días, Caperucita Roja," dijo el lobo.
"Buenos días, amable lobo." - "¿A dónde vas tan temprano,
Caperucita Roja?" - "A casa de mi abuelita." - "¿Y qué
llevas en esa canasta?" - "Pastel y vino. Ayer fue día de hornear,
así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para
fortalecerse." - "¿Y adonde vive tu abuelita, Caperucita Roja?"
- "Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres
grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás
visto," contestó inocentemente Caperucita Roja. El lobo se dijo en
silencio a sí mismo: "¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito - y será
más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a
ambas fácilmente." Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del
camino y luego le dijo: "Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven
por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has
dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el
camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno
de maravillas."
Caperucita Roja levantó sus ojos, y cuando vio los rayos del
sol danzando aquí y allá entre los árboles, y vio las bellas flores y el canto
de los pájaros, pensó: "Supongo que podría llevarle unas de estas flores
frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no
habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora." Y
así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una,
veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el
bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa
de la abuelita y tocó a la puerta. "¿Quién es?" preguntó la abuelita.
"Caperucita Roja," contestó el lobo. "Traigo pastel y vino.
Ábreme, por favor." - "Mueve la cerradura y abre tú," gritó la
abuelita, "estoy muy débil y no me puedo levantar." El lobo movió la
cerradura, abrió la puerta, y sin decir una palabra más, se fue directo a la
cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de
ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.
Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado colectando
flores, y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de
su abuelita y se puso en camino hacia ella. Cuando llegó, se sorprendió al
encontrar la puerta abierta, y al entrar a la casa, sintió tan extraño
presentimiento que se dijo para sí misma: "¡Oh Dios! que incómoda me
siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita."
Entonces gritó: "¡Buenos días!," pero no hubo respuesta, así que fue
al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro
cubriéndole toda la cara, y con una apariencia muy extraña. "¡Oh, abuelita!"
dijo, "qué orejas tan grandes que tienes." - "Es para oírte
mejor, mi niña," fue la respuesta. "Pero abuelita, qué ojos tan
grandes que tienes." - "Son para verte mejor, querida." -
"Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes." - "Para abrazarte
mejor." - "Y qué boca tan grande que tienes." - "Para
comerte mejor." Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un
salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.
Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar
en la cama, y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por
casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y
pensó, ¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda. Entonces
ingresó al dormitorio, y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí.
"¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador!" dijo él. "¡Hacía
tiempo que te buscaba!" Y ya se disponía a disparar su arma contra él,
cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría
ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y
empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos
cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña
Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando: "¡Qué asustada que estuve, qué
oscuro que está ahí dentro del lobo!," y enseguida salió también la
abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja
trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo
despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que
no soportó el esfuerzo y cayó muerto.
Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó
la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el
vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente
pensó: "Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el
bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer."
También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba
pasteles a la abuelita, otro lobo le habló, y trató de hacer que se saliera del
sendero. Sin embargo Caperucita Roja ya estaba a la defensiva, y siguió directo
en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con
otro lobo y que la había saludado con "buenos días," pero con una
mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía
pública, de seguro que se la hubiera tragado. "Bueno," dijo la
abuelita, "cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar."
Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó:
"¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!"
Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a
dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a
esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces
saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy
bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que
le dijo a la niña: "Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas,
por lo que trae con agua la cubeta en las que las cociné, a la olla que está
afuera." Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos
condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del
lobo, y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta
llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de
bruces exactamente al centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose
inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante
siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.
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